Gratitud, ante todo



“La satisfacción de encontrar un solo agradecido

compensa las amarguras de muchas ingratitudes.”

Modesto Lafuente.


La gratitud es la virtud por la cual una persona reconoce interna y externamente los regalos recibidos y trata de corresponder en algo por lo que recibió. Un corazón agradecido, cuando es genuino, trata de alguna manera de expresarce con palabras y compensar con obras.

En la Biblia existen muchos ejemplos de actitudes de agradecimiento, entre la que podemos leer en Lucas 17, donde se nos relata la historia de los 10 leprosos sanados por Jesús. De ellos, sólo uno regresó a darle gracias por su curación milagrosa. Jesús lo puso por ejemplo y se entristeció por los otros nueve. Sin duda, la gratitud es necesaria para entrar en una auténtica relación con Dios o con la persona que nos halla agraciado. La gratitud debe tomar la expresión adecuada, no según la expectación de uno u otro, sino en la forma que más convenga para fortalecer la relación que Dios desea establecer entre las personas.

Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien ha hecho por nosotros... El agradecimiento, más que pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.

La gratitud requiere reconocimiento y esfuerzo, no sólo para sentirla, sino para expresarla. Con frecuencia no reconocemos la mano del Señor; murmuramos, nos quejamos, nos oponemos, criticamos; muchas veces no demostramos gratitud.

La gratitud es un principio lleno del Espíritu que nos hace reconocer un universo en el que está presente la riqueza de un Dios viviente; mediante ella llegamos a ser espiritualmente conscientes de la maravilla de las cosas más insignificantes, las cuales alegran nuestro corazón con sus mensajes del amor de Dios. Cuando expresamos gratitud, nos llenamos del Espíritu y nos conectamos a las personas que nos rodean. La gratitud inspira felicidad y conlleva la influencia divina: “Y el que reciba todas las cosas con gratitud será glorificado”.

La clase de gratitud que incluso recibe las tribulaciones con acción de gracias, requiere un corazón quebrantado y un espíritu contrito, la humildad para aceptar lo que no se puede cambiar, la disposición de dejar todo a cargo del Señor, aun cuando no comprendemos. Entonces viene el sentimiento de paz. La gratitud, la admiración y el aprecio son las tres monedas de la ley divina que acuñar urge a las almas nobles y de espíritu firme.
La persona que más sirve, es la que sabe ser más agradecida. El agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Gratitud es, ante todo, reciprocar...y esto es algo que se hace casi instintivamente.



Alberto Vásquez Díaz.

sábado, 30 de enero de 2010

Bendiciones compartidas

Si nos remontamos a los días de nuestra niñez, posiblemente recordemos una frase que era el colofón antes de ir a la cama: “bendición papá...bendición mamá”, una petición infantil para dormir en paz.

Bendición tiene su origen en el latín. Significa bene, bien y dicere, decir: bien-decir. Es la expresión de un deseo benigno dirigido hacia una persona o a un grupo de ellas, que en virtud del poder mágico del lenguaje logra que ese deseo se cumpla. Es invocar en favor de una persona el favor divino. Gramaticalmente, es lo contrario de “maldición”. Ambas son oraciones de modalidad desiderativas (que indican un deseo) y tienen un papel destacado en las creencias populares, así como en sus mitos y leyendas.

En especial es de gran importancia esa bendición que los padres otorgan a sus hijos, ya mencionada. También bendicen los tíos, los padrinos, el líder religioso. Bendicen todos los que quieren colmar de bienes la providencia. “Que Dios te acompañe”, “Que te vaya bonito”, son bendiciones muy utilizadas.

En la Biblia las bendiciones son temas comunes. Es hermosa la bendición sacerdotal que podemos encontrar en Números 6, 24:
Cita:
“Yavé te bendiga y te guarde. Yavé haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda lo que pidas, vuelva hacia ti su rostro y te dé paz.” Hermosa también la frase del ángel a la Vírgen, vigente siempre por medio de la oración: “Bendita tú eres entre todas las mujeres...”
También es la protagonista en el relato de cómo Jacob engañó a su padre ciego, Isaac, para obtener la bendición que éste deseaba dar a su primogénito, Esaú (Gen. 27, 28-29).

Las bendiciones siguen siendo un recurso argumental frecuente en todo tipo de historia. En “La guerra de las Galaxias” los personajes se despedían con un buen deseo: “Que la fuerza te acompañe”.

Para motivarte a dar y a recibir bendiciones, comparto contigo las 4 Leyes de la bendición:

1) Nuestras bendiciones deben fluir a otros.

2) Cuando bendecimos a otros, Dios tomará cuidado de nuestras necesidades.

3) Las bendiciones compartidas retornan a nosotros, y

4) Cuando te retorna la bendición, Dios espera que bendigas a otros a la vez.



Te exhorto a bendecir, para así otorgar vida a ambos y para que la amistad se incremente, trayendo compañerismo, sanidad y esperanza. Su efecto multiplicador es dado por Dios a sus hijos.

Compartamos pues, bendiciones, concientes de que al expresalas conferimos prosperidad a otros y alcanzamos los mismos beneficios del que recibe nuestros buenos deseos.

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